Asumir las emociones desagradables como parte del juego nos posiciona en la vida, en la realidad, nos aleja de esos utópicos pensamientos de que todo tiene que ser un camino de rosas, felicidad constante, nada me enfada ni me entristece… Ilusiones peligrosas alimentadas por prejuicios culturales y unos publicistas ávidos de convencerte para que elijas su producto vendiendo vidas perfectas. Hay que andar con ojo no vaya a ser que el listón sea inalcanzable y no nos demos cuenta.
Conocerse bien para saber cómo nos afectan las emociones y tener una buena caja de herramientas para que no se nos vaya de las manos será la diferencia entre un mal rollo pasajero o algo que nos empieza a rallar de mas. Toca currar, ser creativo, organizar la vida para asegurar buenos momentos y estar preparado para que los malos no te pillen demasiado desprevenido. Incluso a veces, forzarte a hacer eso que no te apetece mucho pero que sabes que te va a sentar bien. Cuestión de actitud.
Si finalmente te pilla una mala racha, te ves desbordado, no gestionas, no ves la luz y las herramientas no funcionan bien… No te la juegues y pide ayuda, hay que ser muy valiente para hacerlo.
Para algunos la vida es galopar un camino empedrado de horas minutos y segundos, y yo, más humilde soy, y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente.
Extraído del Libro de Poemas La mala gana de Santos Isidro Seseña